TURISMO. Ibiza es bastante más que la música house, el culto al cuerpo de dieta y el gusto por el suhi o la hamburguesa. Es una isla con una extensión perfecta, que roza los 600 km2 (un poco más que Andorra y algo menos que Singapur) y puede abarcarse de punta a punta en media hora. Si pretendes recorrerla en una escapada o un viaje de unos pocos días sin perderte lo más in(teresante), atiende a esta entrada que aporta las suficientes pistas para hacer fotos y vídeos que luego wasapear entre amigos y subir a redes.

DÍA 1 / PASEO POR DALT VILA Y TALAMANCA

El recorrido puede empezar en la mañana, tras dormir en algún hotel céntrico en la Dalt Vila, el centro histórico de la ciudad de Ibiza, recorrido por una muralla y reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999. Una opción es La Ventana (Sa Carrosa, 13), un delicioso hotel vintage propiedad de un noble inglés, de estilo colonial y una azotea con vistas. Con calzado cómodo, gorra, gafas de sol y agua en la mochila, podremos iniciar nuestra ruta y echar el primer vistazo, allá en lo alto, a la Catedral de Santa María, emblema de la ciudad, con su nave barroca y la torre del reloj. Seguidamente, sin salir de la muralla renacentista (creada en el siglo XVI para defenderse mayormente de los otomanos), podremos poner rumbo al MACE (Museo de Arte Contemporáneo de Eivissa), el edificio revestido de blanco que se erige sobre el baluarte de Sant Joan, uno de los siete rincones defensivos o casamatas en forma de flecha que se reparten por el casco antiguo, a menudo con cañones defensivos. Es el tercer centro de arte moderno que se creó en España, en 1969, sobre una antigua edificación clásica. Hoy acoge una gran colección permanente y muestras temporales de pintura, escultura o instalaciones. Durante las obras de ampliación se descubrió una ciudad púnica del siglo IV a.C., que puede verse bajo una estructura de cristal. Escalones arriba nos dirigiremos a la catedral para contemplarla por fuera y dentro (si hay suerte). Cerca quedan los restos de un castillo desde donde divisar una bonita estampa de la Dalt Vila. También merece una parada la Plaza de España, la del ayuntamiento. Y conviene detenerse en el Centro de Interpretación Madina Yabisa, junto a los baluartes de Sant Pere y Sant Jaume, para ver, sobre todo, las maquetas sobre la dominación musulmana de la Península y las islas.

Tras la mañana cultural intramuros, por el interior de la muralla, tomamos un tentempié en S´Escalinata (Portal Nou, 10), un romántico bar sobre una escalinata con cocina ligera, zumos y refrescos. Seguidamente, nos dirigiremos a la deliciosa y comercial Plaza de la Vila. La paseamos hasta llegar al puente levadizo del Portal de ses Taules, uno de los cinco accesos al casco antiguo. Lo dejamos atrás y, rampa abajo, nos toparemos rápidamente con el Mercat Vell, un templete con su juego de columnas que era el antiguo mercado medieval. Hoy acoge ferias de artesanía, en el barrio de La Marina, cerca del puerto de Ibiza. Alrededor, multitud de tiendas de moda y accesorios permitirán hacer originales compras. De ahí, nos enfilamos hasta el Paseo de la Vara del Rey, mientras vamos abriendo el apetito. En mitad de esta larga avenida que articula una parte de la ciudad, se erige el monumento al general Joaquí Vara del Rey, caído durante la Guerra de Cuba, en 1898.

Para comer, hemos elegido el restaurante Ca n´Alfredo (Pº Vara del Rey. 16), con un Sol Repsol, para degustar alguno de sus arroces o fideuás y sus pescados, como la borrida de rayada, un guiso de raya típico. Podemos regarlo con Vinos de la Tierra de Ibiza, marca de la isla. Se trata del pequeño local del célebre hostelero Juan Riera, por donde han pasado figuras de la cultura y las artes, dejando su impronta en forma de fotografías. La sobremesa invitará luego a tomar un café, un refresco o un helado en la vecina y siempre animada Plaza del Parque. A un paso, podremos después pasear por el puerto, desde donde salen los ferrys y los barcos a Formentera.

Con ganas de playa, nos dirigimos al arenal más cercano, la Playa de Talamanca, accesible en coche, autobús o motocicleta. Se abre hacia el ancho mar y, en la zona del paseo rústico, hay chiringuitos a cada paso para tomar un tentempié, entre baño y baño. Más allá queda Ses Figueretes o Figueretas, que en realidad es núcleo urbano orientado a los turistas (más de un millón al año en Ibiza). Más tarde, conviene aventurarse hasta Playa d´en Bossa -en la carretera hacia el aeropuerto- para visitar Hard Rock Hotel, el imperioso proyecto arquitectónico de Grupo Palladium que alberga un museo del rock y una azotea con increíbles vistas sobre la playa. Cerca, está el hotel Ushuaïa, otro mastodonte de arquitectura moderna, con un gran club al descubierto, grandes djs y conciertos de latina o sesiones de electrónica.

De vuelta al centro de Ibiza, en la tarde-noche, pasamos por el hotel para una ducha y un cambio de indumentaria, y vuelta a visitar la Dalt Vila para obtener otro prisma. Hay otras opciones de alojamiento para los más pudientes, como Ocean Drive o THB Los Molinos. Para cenar, elegimos la terraza de platos mediterráneos El Olivo, de nuevo en la Plaza de la Vila, y subimos la avenida que conduce a la Plaza del Sol, con su bonito restaurante homónimo, Plaza del Sol (otra alternativa), entre cajas de frutas. También podremos perdernos entre las calles de esta antigua medina, entre mil terrazas y turistas. Los marchosos podrán alargar la noche -hoy o el último día- en Club Chinois (con tickets desde 35 euros y djs de moda como la pareja formada por Anané & Louie Vega), Pacha, Lío (con dress code «elegant») o Destino, con entradas entre 60 y 100 euros. Conviene reservar antes online en las webs oficiales o adquirirlas en la zona del puerto en hora pronta (hasta las 19h.), y rascarse el bolsillo.

DÍA 2 / SOL EN SAN ANTONIO Y SANT JOSEP

Al día siguiente, ponemos rumbo en coche al oeste, hacia San Antonio (con el depósito lleno por la escasez de gasolineras). Bordeando la escultura del huevo gigante, llegamos a su enorme bahía con un paseo marítimo sobre la playa. Conviene pasearlo para no perderse el espectáculo. Es otro núcleo urbano repleto de turistas, mayormente ingleses. Algo más allá, hay otro paseo encallado sobre las rocas que acoge una animada sucesión de nutridos establecimientos con terraza, entre ellos, el emblemático Café del Mar, donde se editó el primer disco de house, allá en los 80. Es una especie de heladería italiana que puede defraudar a primera vista, pero que permite contemplar una de las mejores puestas de sol (inmenso y rojizo), entre el animado ambiente. Eso sí, las bebidas se cobran a precio de espectáculo. Conviene llegar no más tarde de las 20.30h.

Desde San Antonio podemos optar por llegar, algo más arriba sobre el mapa, a las calas de Cala Salada y su vecina Cala Saladeta, a ritmo de arena blanca, posidonia (la pradera marina que concede el color verdoso al mar) y un bocadillo. Aquí es posible practicar snorkel. Luego en la tarde, más abajo, podemos apearnos en las playas de Comte (símbolo turístico de Ibiza) para ver la puesta, y tomarse una hamburguesa en su famoso chiringuito. Otra opción, tras la visita al primer dueto de playas, es bajar hasta El Silencio, en Cala Molí, el penúltimo gran restaurante de moda enclavado en la arena, bajo lámparas de paja, con sabrosísima barbacoa y ceviches. Acoge una zona de piscina y un delicioso atardecer, aunque el inconveniente es que su playa es de piedras y el regreso, empinado. Los más románticos deberán dirigirse a Cala d´Hort -otra cala famosa- para ver la puesta de sol, con vista al islote más grande, Es Vedrà, de supuestas atribuciones mágicas. Aunque la mejor es desde Torre des Savinar o Sa Pedrera, a unos minutos en coche. O desde el Kumharas (Lugo, 2), con terraza, gente cool, djs y música chill.

DÍA 3 / CENTRO Y ESTE GASTRONÓMICOS

El tercer día visitamos el centro y este de la isla, con un vistazo al norte, donde encontraremos algunos de los establecimientos gastronómicos de mayor interés. Rumbo al centro de la isla, haremos una parada en la mañana en el bonito pueblo de Santa Gertrudis, con su plaza con histórica iglesia y, a su alrededor, tiendas de ropa o artesanía y galerías de arte. Recibe el hotel boutique Gatzara, con una decena de habitaciones de estilo ibicenco y un rooftop con camas balinesas desde donde llevarse una bonita estampa. Tienen fama los bocadillos redondos del Bar Costa que pueden probarse con un tinto de verano. Más tarde, conviene recorrer el agroturismo Atzaró, una suerte de ciudad tailandesa en mitad de la isla con spa y restaurante: un delirio para amantes del interiorismo y la calma. Para comer, hay dos opciones. La primera es dirigirse a Sant Carles de Peralta y el Bar Anita, con una sencilla carta de platos mediterráneos, donde elaboran los licores de hierbas embotelladas de forma artesanal más auténticos, que pueden servir como un capricho o un buen recuerdo en la maleta. De paso, cerca quedan los mercadillos de Las Dalias y el Hippy Market de Punta Arabí. O bien, podremos degustar el célebre bullit de peix (un plato con variedad de pescados cocidos), pero entonces habrá que llegar a Cala Mastella.

En la tarde, podemos bajar hasta el encalado pueblo de turismo familiar de Santa Eulalia, esencialmente blanco, para caminar por sus bellas y comerciales calles o la bonita avenida de S´Alamera, que conduce al mar. Nos damos un chapuzón, y recorremos su kilométrico paseo marítimo. A la hora de comer, conviene saber que la gastronomía ibicenca no es muy variada, pero ofrece alternativas. Una son los platos tradicionales ibicencos, como los de Celler Can Pere (entrada por Sant Jaume, 63), en la céntrica «calle de los restaurantes» de San Vicente. Otra es la cocina de mercado, como la de Es Terral (San Vicente, 47), con el toque afrancesado del chef Mathieu Savariaud, o la de Oleoteca Ses Ecoles (un bonito restaurante en la carretera de Sant Joan, km. 9,8). También abunda la cocina mediterránea, como la del restaurante Cala Bassa Marina, asentado en el Club Náutico, con pescados, arroces y algún concierto de jazz a media tarde. Además, encontramos cocina internacional, también en el municipio (más allá de en la calle de San Vicente), y prueba de ello es Maymanta, el restaurante del peruano Omar Malpartida, donde catar buenos ceviches, en el hotel Aguas de Ibiza, al otro lado del puerto. Recientemente, ha abierto el estrella Michelin Etxeko, de Martin Berasategui, en el hotel Bless de Cala Nova. Y una original opción de carnes a la brasa es Sa Carbonería, que solo abre para cenas y ofrece en su carta platos veggies. En la comida y la cena, hoy toca decidirse.

Un último vistazo sobre el norte de la isla permite pensar en Port Balansat, ya en el municipio de Sant Joan, donde los amantes del buen marisco podrán deleitarse, junto al Puerto de San Miguel. Es un restaurante familiar en activo desde los inicios de Ibiza como nuevo destino turístico, en 1971. Allí podrán degustar producto de estas aguas calientes, como gamba roja, sirvia, dentón, cigala, mero, rape o gallo San Pedro. Tras el homenaje, y un chapuzón en la playa sobre la que se asienta, vuelta al puerto de Santa Eulalia, en el centro, para cerrar la tarde o incluso noche en una de sus deliciosas terrazas frente a los barcos atracados en el muelle.

DÍA 4 / ARENA SALVAJE AL SUR

El último día de estancia toca visitar el suroeste. Para ello, embarcamos rumbo a la playa de Cala Vedella, un delicioso arenal que regala una inolvidable estampa en su recorrido de bajada (con un mirado a mitad de camino para divisar la cala en su esplendor, allá abajo, con barcos y veleros fondeando sobre el mar). Sobre su blanca arena frente al mar, se asienta el restaurante Cana Sofía, con una gran terraza y carta con suculentos pescados y arroces elaborados noblemente al más puro estilo ibicenco por el chef Moisés Machado. Otra opción es elegir Es Torrent, un restaurante que también ofrece buen producto, esta vez sobre una cala de piedra, al que se accede tras un largo recorrido que merece la pena para probar sus spardenyes, el pulpo a la gallega, las almejas a la marinera o los mejillones a la plancha. Pero también, la salmorra con arroz a banda, el fideuá de pescado, el arroz negro o el ciego, la caldereta de cigala ibicenca y la de langosta o sus pescados al horno. Y qué decir de la mini terraza de Sa Caleta, en una diminuta cala recóndita, junto al puerto del mismo nombre, a los pies de la playa de Es Bol Nou, que al parecer fue uno de los primeros asentamientos fenicios en la isla, cuando la visitaron 600 años a.C.

Ponemos el broche a la estancia en Cala Jondal, y el marchoso Blue Marlin, la inmensa terraza descubierta con barras de bebida y sofás que permite alargar la tarde (o la noche) entre gente guapa, a base de buen house sobre otra cala empedrada. Acoge Yemanjà, uno de los restaurante de moda, con sabrosas opciones a la brasa. Los más jóvenes, podrán dirigirse a la salvaje playa de Ses Salines (atravesando la zona salinera, divisable desde el avión al descender hacia el aeropuerto) y chiringuitos como Sa Trinxa, el favorito de youtubers y futbolistas, para alargar el día a ritmo de cócteles y tumbonas hasta que pierda su nombre. En Ibiza, casi todo es posible, incluso atrapar un instante en el olvido.

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