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GASTRONOMÍA. Este año, el restaurante Can Berri Vell de Sant Agustí des Vedrá, cumple 30 años. Viene celebrando el aniversario este 2014, con alguna fiesta y la edición de un bonito catálogo sobre el restaurante, que transmite su esencia como origen de casa payesa que fue. No ha perdido un ápice de encanto. Situado frente a la Iglesia de Sant Agustí, en un pequeño pueblo de una decena de habitantes de Sant Josep de Sa Talaia, acoge dos frondosas terrazas y respeta la apariencia original de sus estancias (comedores, cocina, mirador…), habilitadas como cenadores con encanto.

Al frente durante estos 30 años ha estado, José Marí Tur, natural de la localidad. Junto al encargado de sala, Vicent Tur, forman un tándem que cuida al máximo el más mínimo detalle y al cliente. «Me gusta recibir al cliente de forma directa, y como si fuera el único», asegura José Marí Tur, con aires discretos sobre su restaurante, por el que ha desfilado desde la más alta burguesía a los clientes más gourmets. A los fogones se encuentra Bruno Hernández, un vallisoletano de 47 años que cocina aquí desde hace casi una década ricos platos de cocina mediterránea actualizada, con toques de autor.

Una escueta carta de autor

La carta de Can Berri Vell destaca por ser escueta y selecta, con una escueta pero selecta selección de entrantes, carnes y pescados, además de algún arroz. Ricos vinos de referencias nacionales y otros de las islas, como Can Rich, acompañan los platos, servidos en originales recipientes de cerámica.

Entre sus especialidades, como las que Come Ibiza tuvo el honor de degustar, destacan entrantes como el `carpaccio´ de atún rojo con vinagreta cítrica de soja o los huevos estrellados con sobrasada y salteado de setas silvestres. Dos de los más populares y de cuidada elaboración. Entre las carnes, está el magret de pato con salsa de Pedro Ximénez, polenta de queso de oveja y salteado de melocotón y manzanas flameadas. Un plato abundante y redondo. Entre los pescados, hay uno exquisito, que es el lomo de atún rojo con crujiente de maíz, salsa de soja y vino de Valderreyes. No pueden faltar los licores de hierbas ibicencas, o aperitivos como la selección de olivas (verdes y negras) servidas en un recipiente estrecho y alargado, que podría recordar la forma de las varas que se utilizan sobre los olivos para la recolección de tan característico manjar, típico ibicenco.

Viaje onírico a los 80

De unos 500 metros cuadrados, este restaurante que abrió sus puertas en 1984 (tras adquirirse la casa a una campesina payesa) respeta su esencia original, desde tiempos en los que la isla de Ibiza despuntaba como exclusivo destino onírico y refugio artístico. Hoy sigue acogiendo tranquilas cenas a la luz de  la luna (si se tercia) y de las velas en sus mesitas distribuídas por sendas terrazas: la de interior, que hace las veces de patio de la casa, y la exterior, con característicos maceteros de árboles frutales. De frente, la iglesia iluminada es una estampa nocturna espectral, única e inconfundible. Celebra bodas y otros eventos. Aquí parece detenerse el tiempo. Porque 30 años no son nada.

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